Quizás sea este un buen año para recurrir a la oscuridad y volver a poner de moda el riguroso negro del luto atemporal. Los quince segundos de fama (o de TikTok) siguen sin tener el efecto del poso y todos echamos de menos a los años noventa, demonios, hasta Amancio Ortega. Uno de los grupos base de la pirámide cultural zaragozana sigue luchando contra viento y marea y desgastando sus órganos en el local de ensayo. Las Novias vuelven a devolver la oscuridad necesaria a un panorama en el que las novedades y la heterogeneidad musical arrollan hasta al alma más acostumbrada al estímulo de las ondas.
Detente bala es un álbum difícil de regreso, una delicia para los acérrimos y un ejercicio de atención plena para los no duchos en la materia. El sonido aplastante de los zaragozanos se aloja en el espíritu de finales de los ochenta, en los que Robert Smith parecía más interesante que, con perdón, Bowie y en los que nos encontramos con una Zaragoza en ebullición. La prosa mesiánica de Toño Leza en un primer plano de versos tan épicos como propios de una tierra dura y árida., la primera triada de canciones son la muestra perfecta.
Todo rompe con LF y el frenetismo aplicado a las calles que rugen desde el Ebro hasta Miguel Servet, y con los amplificadores al 11. Es inevitable el acordarse del aroma a ceniza que desprendía La estación del silencio y de todas las sinergias que se crearon en ecos de chorus y gargantas engoladas. La mala hostia reúne todos los puntos fuertes del grupo: versos de Poe, guitarra de The Edge y el reflejo de Ian Astbury en un cristal con cinco tiros listos para ser devorados.
En tiempos de inmediatez se agradecen canciones como Sirio en las que el oyente debe empeñarse en cumplir su función y no ser un mero cliente de paso. Con un sonido actualizado entra Hilo Rojo y ya no te mueves hasta que Las trincheras de Hadal mueren, como si los hermanos Escobedo se aliaran con Molly y El Rincón de Goya siguiera escupiendo gotas de rock. Detente bala suena a importante en la recta final, al peldaño que falta en los grupos de base para llegar a creer. La fe mueve montañas, el rock las destruirá.
Stabilito, D.
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