Hace casi 10 años, un 16 de marzo en La Ley Seca, Rufus T. Firefly, una banda que estaba empezando a dar que hablar por sus potentes directos, visitaba por primera vez Zaragoza. Fue uno de los conciertos más recordados de aquellos tiempos de la sala y ya se vislumbraba el potencial del proyecto capitaneado por Víctor Cabezuelo (voz, guitarra y teclados) y Julia Martín-Maestro (batería). Una década más tarde, los de Aranjuez se han posicionado como uno de los grupos más relevantes, imaginativos y sorprendentes de la nueva generación indie. Porque lejos de caer en los manoseados clichés que triunfan en los grandes festivales veraniegos, Rufus T. Firefly se han labrado una carrera que ha transitado el rock de guitarras de los 90 y la psicodelia para acabar abrazados al sonido Filadelfia, vía Curtis Mayfield o Marvin Gaye.
Ya son diez visitas a Zaragoza (si no contamos la del Bosque Sonoro) y pocas canciones de las que nos sorprendían años atrás han quedado en sus conciertos (de “Ø” y “Nueve” no sonó ningún tema), pero lo que no se ha perdido es su esencia. Rufus T. Firefly, a pesar de su constante cambio de piel, siguen sonando excitantes, con la pasión del primer día, con la obsesión de expandir su propio lenguaje, de plasmar lo que ellos entienden que es el rock del siglo XXI. Así sonaron ya la majestuosa “Torre de marfil” y la irresistible “Sé dónde vas los patos cuando se congela el lago”. El repaso a su último trabajo, “El largo mañana” fue generoso, certificando las alabanzas que recogieron tras su publicación. “Lafayette”, “El hombre de otro tiempo” o “Polvo de diamantes” se han convertido en muy poco tiempo en nuevos clásicos de sus directos y conviven perfectamente con “Magnolia”, “Tsukamori” o “Druyan & Sagan”.
Sus conciertos arrancan y finalizan con “Caravan” de Black Sabbath y “Sexual healing” de Marvin Gaye sonando por los altavoces; si sumaramos un hipotético descanso en el que hicieron presencia The Beatles, ya tendríamos los tres ejes en los que se sustenta el nuevo sonido de la banda. Porque los seis músicos, tremendamente empastados, dan forma a unos temas en los que hay cabida para las sacudidas eléctricas (deslumbrante guitarra y bajo en “Selene”), irresistibles ritmos funky (casi disco en la relectura de “Un breve e insignificantes momento en la breve e insignificante historia de la humanidad”) y synth pop cósmico (“Final Fantasy”).
Hace escasos cinco meses, la banda ofreció un “íntimo” concierto en el Rock & Blues y aún así no tuvo problemas para llenar la reabierta Las Armas. El fuerte de Rufus T. Firefly es su pericia para crear ambientes, transmitir sensaciones, más que de recurrir a hits. Sin embargo, saben dejar para el final dos de las canciones más esperadas: la preciosa “Nebulosa Jade” (¿con uno de los mejores estrofas de la música española de los últimos años?) y la desbocada “Río Wolf”, que con su estruendoso final, cerraron otro concierto impecable. Prometieron una próxima visita con nuevo disco y, como siempre, esperaremos con atención con qué nuevos sonidos nos sorprenderán.
Texto y fotos, Jaime Oriz