Cuatro años después de su segundo álbum «Las cosas que no puedo ver», Señoras y bedeles vuelven con un tercer largo maravillosamente contagioso, con el que el trío de Zaragoza demuestra un nuevo saber hacer a base de cuidadas armonías vocales, letras delirantes (o quizás no tanto) y un renovado punto de partida sónico. Pero ojo, no nos despistemos, «Sí a todo» continúa siendo un disco marca de la casa. Es decir, repleto de himnos que nos invitan a corear sus estribillos y a hacer que te levantes y empieces a bailar, a cantar, a gritar, a saltar, a besar ¡a amar!
El corte que abre el álbum, «Ciudadano 10», es una canción hipnótica con base rítmica saltarina y desenlace propio de otros tiempos, con la que el grupo anticipa que aquí no se aburre ni dios. Sigue «Alguacil», que si no te hace bailar es que estás muerto, y llegamos al tercer tema, «Sí a todo»: Canción que da nombre al disco y toda un declaración de intenciones. Con ella, Señoras y bedeles ponen en valor el acto de crear algo fresco y nuevo, pero aprendiendo, entendiendo y reutilizando fórmulas anteriores. Acto seguido «H. D. P.» nos lleva a esos años noventa de coros de gol norte, actitud y voladura de cabezas en los que sólo buscábamos divertirnos (sabiendo que este mundo se iba a la mierda) y cierra el primer bloque nada menos que «Un rayo cae». Versión de los inigualables Niño gusano que los bedeles adaptan a modo de sincero y cariñoso homenaje a sus hermanos zaragozanos.
Arrancamos la cara B con «Niño chino», canción que invita al salto con brazos en alto, y llegamos a uno de los temas capitales del disco, «El guión». Maravilloso rara avis que pone sobre la mesa de lo que es capaz esta banda. Un corte de otro nivel, genuinamente emocional, con elegantes desarrollos y un final preciosista cuasi onírico que pone el broche a una de esas codas para la posteridad… ¡Y ya! Regresamos de nuevo a los senderos del garage con «Ante todo», con sus órganos punzantes y un solo de guitarra delicioso para, ahora sí amigos, apurar los cigarrillos porque llegamos al final. Es hora de un último mandamiento y éste nos llega de forma de himno incontestable, titulado «Hereje». Bravo, sí a todo.
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