Pequeño - Bunbury
Pequeño - Bunbury

GRABACIONES: Bunbury – Pequeño (Chrysalis, 1999). Por Stabilito, D.

El milenio a punto de terminar y nosotros con estos pelos. Aun echando de menos a los héroes que hechizaron al planeta nos conformamos y nos confirmamos con un disco que marcará una época. Pequeño tiene solo su título pues la onda sonora, además de gigante es devastadora y erosiona cada milímetro de piel (imagínense la catástrofe que provoca en un adolescente). Zaragoza, Aragón, España y el mundo tiemblan. Enrique abandona la electrónica de Radical Sonora (de la cual sale victorioso aunque no se reconcilie con ella en el futuro) para sumergirse en las aguas del Mediterráneo aunque el concepto sea Atlántico y es que al maño no le importa surcar mares y romper brújulas y astrolabios, ahora México luego Marruecos y el resultado sigue siendo el mismo: una de las mejores obras paridas por estas tierras.

Con traje y banda nuevos (el Huracán Ambulante, banda por excelencia) se presenta más pausado, alejado de las jaulas eléctricas, sumergido en su propia idiosincrasia y sin nada que temer. La calma contrasta con la verdad del artista que se pregunta entre maullidos y cuerdas de violín si tiene Algo en común con su yo pasado, con el negativo, con el que buceaba en la magia de la noche. Y todavía no te has sentado y suena Infinito, y te sientes traicionado y borracho de tequila y mezcal. El adiós suena amargo y tan real que es imposible no empatizar con cada estrofa. Y el mar, una vez más el maldito mar, el que devora vidas sin piedad, el que nos une a nuestros hermanos, la canción que invita a incendiar banderas y romper barreras, el himno apátrida con el trote del Extranjero que echa la vista atrás solamente para coger impulso.

Los ritmos arabescos de Sólo si me perdonas caen en uno de los estribillos más apasionados del aragonés errante. Demostrando en cada frase que ya no hace falta ocultarse tras las cortinas de las metáforas para clavar flechas en corazones ajenos. Tras el amargor llega la esperanza, la calma tras el naufragio y El viento a favor que nos arrastrará hasta la playa más cercana. Con los pies tan mojados como los ojos tomaremos aire y emprenderemos nuevas vidas. Joder, sí. Lejos de la tristeza someteremos al enemigo a través de un plan perfecto, con el corazón lleno de cicatrices y las caderas preparadas para nuevos bailes. De nuevo saltando de duna en duna y con los prismáticos descubriendo lo que pasa en la Medina pero siempre con la duda en la boca. ¿Dudar?, quizás suponía el punto álgido de los conciertos de la época que tan bien reflejó el mejor disco en directo de Bunbury (Pequeño Cabaret Ambulante – EMI 2000).

Radio Futura siempre han estado presentes y Auserón suena como un trueno en la voz de Enrique para encauzar el ritmo del disco con el paso arrastrado de Demasiado tarde. El bajo de Del Morán y la guitarra de Rafa Domínguez juegan con Copi Corellano mientras el resto del Huracán Ambulante se lucen en el segundo plano y dan paso a otro de los puntos obligatorios del cancionero en castellano, De mayor. La infancia como punto de partida de un ser maduro, el circo circular que sentimos como nuestro, el “chincha rabiña“ y el aprendizaje absoluto. Resacosos como el mar que nos empuja adentro, nos adentramos en terrenos farragosos  para estar Bailando con el enemigo, descalzos y sin control, pisándonos a traición en una coreografía conocida en la que nos seguimos tropezando.

El Bowie de los noventa cede ideas al héroe de rizado cabello siendo Robinson el tema que pasa desapercibido pero que en cada escucha crece hasta la inmensidad. La gravedad de un gesto serio y una vez más el concepto de soledad, esta vez cambiando el espacio exterior por una balsa de arena. Finalmente el artista se redime, guiña a la tierra y hace un repaso de todos los conceptos de su obra en la magnífica Contradictorio. Bunbury creció e hizo lo que quiso en todo momento teniéndonos con los oídos bien abiertos en cada paso, ya sea en Cádiz como en Los Ángeles. La obra cumbre cumple veinte años y aunque empezamos a peinar canas y a disimular arrugas la disfrutamos como aquella primera vez en la que nos voló por completo. Ícaro viró sin avisar y esquivamos al Sol para permanecer en las alturas. Gracias. Una vez más.

Stabilito, D.
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