Ángel Stanich es uno de los nuestros. Quedó confirmado en la noche de ayer. Su figura alargada y barbuda se presentó como uno más de la manada nocturna que quema los bares a base de discursos y bailes para al día siguiente hacerse más grande leyendo a Houellebecq. Antigua y Barbuda supone el gran salto del santanderino tras un genial primer disco y dos EPs deliciosos. La Sala López, saturada de almas viscerales de todo tipo, fue el escenario perfecto para el rock lisérgico de Stanich y su banda.
Tras la banda sonora de Twin Peaks con la que se adivinaba cierto surrealismo en la velada, Cosecha dio el pistoletazo de salida a un set list plagado de temas del último disco pero con guiños en forma de flashbacks y en el que únicamente se echó en falta Camaradas, una composición que se alzó como lo mejor del curso pasado.
Sin tiempo para el descanso fueron cayendo temas como Un día épico, Hula Hula, Casa Dios, Camino Ácido, Galicia Calidade, Más se perdió en Cuba, Metralleta Joe o Mezcalito. Guitarrazo tras guitarrazo (hasta se rompió alguna cuerda), actitud tras actitud y con un discurso plagado de referencias chanantes (se puede tener en el altar a José Luis Cuerda y a Dylan a la vez). Quizás el único pero al show fue la interpretación de Carbura! Una de las mejores canciones de la historia del rock en castellano que perdió la magia que tuvo en otras actuaciones. Le perdonamos.
Así es Stanich, alguien que ya juega con motivos certeros en la liga de Nacho Vegas o Quique González, con la diferencia de que con él nos emborracharíamos durante un fin de semana entero y le volveríamos a llamar. El Mississipi nos dejó saciados de placer y aún podíamos ver El Pilar por la ventana cuando llegaban los últimos acordes de Mátame Camión con la que se despidió en la noche épica y los críticos se fueron a la cama con sangre en los dientes y furor uterino.
Stabilito, D.
[email protected]